Helmut Ditsch - Artista Plástico

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“Lo que hice fue un acto subversivo”

“Es sabido que quien distrae sus fuerzas en muchos asuntos no se podrá concentrar especialmente en uno: nunca logrará identificarse del todo con una gran causa, jamás se entregará a ella totalmente y la convertirá en su única causa”.

Por Romina Sanchez*

Algunas personas nacen con un don especial. Helmut Ditsch es un claro ejemplo de ello. Tiene 49 años y se ha convertido en uno de los artistas más reconocidos en el mundo de la pintura.

Él se entregó en cuerpo y alma a su propia causa: tiene un objetivo preciso y lo persigue incansablemente. Intenta reflejar la naturaleza y procura que la gente tenga contacto con ella a través de sus obras. “Yo me desgasto en lo que amo”, confiesa. Sus palabras demuestran el nivel de entrega y pasión que siente por lo que hace.

Helmut sostiene que su destino estaba marcado desde un comienzo. Nació en Buenos Aires en 1962 y pasó su infancia en Mendoza, donde recuerda haber pasado las vacaciones más felices. La pérdida temprana de su madre, a los siete años, influyó en la temática de sus obras. Ese hecho desgraciado le abrió una nueva perspectiva para explorar. De ahí en adelante se focalizó en la naturaleza. “Eso fue un disparador de temáticas, pero no fue lo que me motivó a ser artista. Eso ya venía de antes”, cuenta.

Entre 1980 y 1982 hizo el servicio militar en la Armada, más precisamente en el edificio Libertad. Él recuerda esa etapa de su vida con cierta tristeza, pero sin rencor. “No le echo la culpa a nadie porque esos dos años que yo perdí fueron útiles para seguir desarrollándome mentalmente”, rememora.


Aconcagua: Una experiencia única


 Unos años más tarde vivió una experiencia que lo marcaría para siempre. Escaló el Aconcagua junto a sus hermanos. Estas son sus palabras: “Fue como haber abierto una puerta a una dimensión nueva. Me dio muchísimo placer espiritual haber estado ahí arriba. Descubrí que existía –y que yo podía vivirla- una dimensión espiritual donde me sentí rico, donde sentí que no necesitaba ningún bien material para ser feliz… sólo mis piernas, mis brazos, mi cabeza y mi corazón. Y empecé a sentir que todo ese sufrimiento que viví durante mi niñez, por tragedias que pasaron, se iba compensando. Y me hizo bien eso”.

Luego de realizar numerosas expediciones y de comenzar su carrera como artista independiente, se radicó en Austria. Entre 1988 y 1993 estudió en la Academia de Bellas Artes de Viena. A partir de aquel año comenzó a crear cuadros de gran formato. Uno de los momentos más trascendentes en la vida de este notable creador fue el encuentro con el legendario alpinista Reinhold Messner en Meran, Italia (1994). Messner quedó muy impresionado con la sensibilidad que destilaban sus obras. “A lo largo de nuestra vida hemos tenido vivencias parecidas, hemos experimentado emociones tan fuertes, y al parecer tan similares, que han hecho que lleguemos a conocernos”, dijo en la inauguración de una muestra de Ditsch, hace ya más de ocho años.

En 1999 realizó Das Gebirge (La Cordillera), obra que le llevó dos años de trabajo. Además fue nominado para el premio Anton Faistauer. Tiempo después decidió trasladar su atelier a Irlanda.  Actualmente reside en Austria.

En plena crisis de 2001 regresó a Argentina y conoció a uno de los músicos que más lo motivaron en toda su carrera: Charly García.

“Eso fue para mí… algo que me llenó de orgullo. Era consciente de que tuve acceso a él a través de mi pintura y que si no hubiese sido por él como inspirador, tal vez no hubiera llegado a ser tan abierto y tan atrevido con lo que yo hago. Porque no hay que olvidar que lo que yo hice fue un acto subversivo. Era algo que no estaba pensado ni permitido en el ambiente artístico, que yo pintara. Yo estoy fuera de la moda obligada por un sistema comercial”, afirma.



Un camino alternativo

Helmut Ditsch no es un artista convencional. Él logró lo que pocos se animaron a hacer: tener una meta y vivir para alcanzarla sin acobardarse ante la adversidad. Así recuerda sus comienzos: “Estaba contra la corriente, pero no había otro camino. Yo intuía lo que tenía que hacer y me fui fiel a esos sueños, a esa visión. Hubo muy pocos en mi familia que se daban cuenta que yo estaba adelantado al tiempo durante más de una década. Y se entiende hoy recién. Hoy se empieza a entender mi trabajo, pero aunque hoy haya una moda de la pintura realista, sigo estando fuera de eso. Soy atemporal a esos fenómenos”.

Su camino no fue fácil de transitar. Se inclinó por la senda más ríspida e intrincada sin titubear. Siguió su intuición y no se equivocó. A pesar de los obstáculos que debió sortear, jamás se arrepintió de las decisiones que tomó. Tampoco renegó de quienes le dificultaron aún más su recorrido. Él piensa que todo sirve para aprender, que nada sucede en vano.

Siempre se mantuvo fiel a su propia filosofía de vida. No sólo defiende sus ideas con palabras, también con hechos. No simpatiza con el ambiente que se respira en las galerías de arte; prefiere exponer en museos. Siente que en esos ámbitos no se manejan los mismos valores que él sostiene, sino que impera la lógica de mercado: “A mí no me gusta que se aprovechen de los artistas. Me fastidia y lo siento como una gran agresión que no se nos respete como creadores, sino que nos consideran productores de un producto comercial, nada más. Pero lo malo es que no te tratan como cualquier otra empresa. Se trata peor a los artistas que a las prostitutas. El cafisho trata mejor a sus empleadas prostitutas que el galerista a sus artistas. Eso es lo que yo aprendí; esa fue mi experiencia”.

Su espíritu de lucha y entrega le ayuda a sobrellevar los momentos más duros, a no abandonar la pelea cuando el panorama no es favorable: “Durante un largo tiempo le agradecía también a esta gente que me trató así porque pude aprender y no tengo ningún resentimiento. Todo lo contrario. Estoy feliz de haberme topado con esa gente porque me ayudó a ser lo que soy hoy, ¿no?”.

En 2002 finaliza la obra Das Eis und die vergängliche Ewigkeit (El Hielo y la Eternidad Transitoria) para la BIG (Bundesimmobiliengesellscahft), una empresa estatal austríaca y Los Hielos para la agencia de publicidad argentina Agulla & Bacceti.

Al año siguiente realizó un viaje de estudios a los Andes chilenos para la obra Aguas Blancas. Se trata de uno de los cuadros más llamativos, ya que no solo refleja un bellísimo paisaje. Además incluye animales, hecho no muy frecuente en su vasa creación.  Así lo recuerda: “Eso fue un accidente. Me habían hecho el pedido de pintar una estancia. Me fui a buscar el lugar para lo que ellos querían y cuando estoy por hacer las fotos y los bosquejos se llenó todo de vacas. Y las vacas no se iban y ya estaba bajando el sol y tenía que hacer por lo menos una foto para recordar toda la geología. Y bueno… las tuve ahí. Las pude haber sacado. Pero no… Me puse a pensar que si las vacas estaban ahí tenía un sentido que estuvieran. Y las dejé. Rompe un poco el esquema pero, por otro lado, pinto naturaleza y las vacas también son naturaleza”.

En 2005 completó el ciclo “Grandes Temas Naturales” con la obra Das Meer II (El Mar II) y la editorial Prestel editó el primer libro sobre su obra llamado “El triunfo de la naturaleza”.



“El Hielo y la Eternidad Transitoria”

Helmut asocia los hielos con la idea del tiempo. Eso se refleja en los títulos de muchas de sus obras: Time (Tiempo), The last day (El último día), Seven days (Siete días), Das Eis und die vergängliche Ewigkeit (El hielo y la eternidad transitoria). Así explica el por qué de dicha relación: “Los glaciares son como símbolos del tiempo. Es como el tiempo, que en parte es congelado. Miramos hielos que tienen miles de años y no han cambiado desde ese entonces. Por otro lado, es efímero. El tiempo es algo que… se nos va de las manos y lo mismo pasa con el hielo ni bien cambia un poco la temperatura”.


Él es una artista que se desvive por lo que hace; se entrega sin ningún tipo de restricciones. El hecho de pintar lo eleva, lo transporta hacia otra dimensión. No lo hace por hobby, sino que es una necesidad esencial. “Es parecido a ir a la montaña. Cada vez que pinto un cuadro es escalar un ochomil *. Es revivir un montón de cosas lindas. Yo cuando pinto y me encierro me acompañan música constante y los recuerdos. Todos los días. Paso películas de mi vida y de los momentos más felices. Las cosas feas se me olvidan”, confiesa.

Se siente cautivado por la inmensidad y la belleza de la montaña, así como también se deleita reflejando la naturaleza en una gigantesca tela. Son sensaciones que lo llenan de placer y le abren nuevas posibilidades a la hora de expresarse. Así describe el sentimiento que lo invade cuando termina un cuadro: “Me siento libre, satisfecho y con muchas ganas de empezar otra vez algo. Porque la forma en que yo desgasto la energía es… un desgaste por amor. Yo me desgasto en lo que amo. Entonces, el desgastarse en eso es, en realidad, recrear una batería. Cuando ya no tengo más energía pero la invertí con todo mi corazón en muy poco tiempo me recupero completamente”.


Encuentro con el público
 
En 2001 realizó la primera exposición en Argentina, más precisamente en el Museo Nacional de Bellas Artes. Así lo recuerda: “La primera fue valiosísima porque fue por la puerta grande y para el 2001 ese fue el lugar más importante que yo podía obtener”.
La segunda tuvo lugar en la Feria del Libro de Buenos Aires, en 2006. Se trató de un evento importante ya que, por un lado, deseaba reencontrarse con su gente y, además, era su regreso al país luego de cinco años sin exponer.      
En aquella ocasión hizo un balance de su paso por Argentina: “Fue fantástico. Fue una situación que yo intuía que iba a pasar. Este público masivo no lo conocía. Pero yo necesitaba primero darme un baño social por mucho tiempo que estuve encerrado. Después necesitaba otro público que el de los museos. Necesitaba público argentino. Y qué mejor idea que presentarse en la feria. Fue una idea magistral que tuvimos. Y por suerte, la dirección de la feria fue visionaria. Marta Díaz, la directora, cuando vio el libro dijo: “Hay que hacer algo”. No sabían en dónde ni cómo, pero… ella me dio este espacio y es como un homenaje que se me hace. Por eso estoy muy agradecido”.
El pabellón rojo de la feria estaba decorado por cuatro de sus obras que retrataban el mar, el desierto y los glaciares. Ellas eran “El Mar II”, “Point of no return II”, “Los Hielos” y “Cosmigonon”. La multitud se agolpaba frente a sus inmensas creaciones. Nadie permanecía indiferente ante semejante belleza. Todos se detenían a admirar la naturaleza, sorprendidos, maravillados. La frase más escuchada era: “Parece una foto”. El público se veía estupefacto; era como transportarse en el tiempo y el espacio, como estar in situ, ante esos paisajes remotos. Y no es para menos: sus cuadros son el espejo de la naturaleza.


El arte como motor creativo

Sus palabras expresan cierta humildad y, especialmente, una gran pasión por lo que más ama en el mundo: pintar y escalar. Toda su vida fue dedicada a realizar sus deseos más profundos. Desde adolescente soñaba con ascender una gran montaña y logró escalar el Aconcagua; fantaseaba con poder vivir de la pintura y, a pesar de toparse con muchas trabas a lo largo de su carrera, hoy puede decir que es una tarea cumplida. Le gusta exponer sus obras en lugares accesibles a la mayor cantidad de gente posible; disfruta más conectándose con su gente que con los grandes expertos. Es un artista que va contra la corriente y no le teme al qué dirán. Su motor es el arte. Ése es su medio de expresión natural.

Helmut Ditsch sigue fiel a los valores que cultivó desde su infancia y que lo acompañaron durante toda su vida. Gracias a ellos encontró su camino. Él es un caminante tenaz que persigue la belleza incansablemente. Ella es quien lo seduce; no el dinero. Es una persona sencilla, un alma sensible y puede parecer extraordinario… tal vez porque ya no quedan muchos como él en este mundo.
Vale la pena citar por última vez a Reinhold Messner, un entendido que sabe valorar e interpretar la obra de Helmut Ditsch, un artista con todas las letras: “Sólo podemos alcanzar lo trascendental si nos atrevemos a ingresar en los límites del más allá, en el terreno que queda vedado a la racionalidad”. ***








  Helmut con Reinhold Messner


 Helmut con Reinhold  Messner






*Entrevista realizada por Romina Sanchez. Licenciada en Periodismo. Reside en  Neuquén - Patagonia Argentina



 **Referencia a las montañas más elevadas, que superan los ocho mil metros de altura.

***Reinhold Messner pronunció estas palabras con motivo de la inauguración de la exposición ‘Helmut Ditsch’ en la Kunsthalle de Krems el 15 de marzo de 2003.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Felicitaciones Romina por la entrevista... qué logro!!Me encantaría saber qué te pasó a vos con la obra de Ditsch, qué te seduce de ella... Intuyo que el tamaño de sus pinturas hace más que reales estos paisajes que pinta, y me pregunto cómo reivindica el artista su obra pictórica frente a la fotografía... te parece que se lograría el mismo "efecto" en el espectador colgando en un museo las fotografías de esos paisajes?
cuál sería el aporte de Ditsch? Bueno, Romina, qué bueno tenerte entre nosotras...Bienvenida!!! Y nuevamente felicitaciones!!
Andrea V.