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La Condición Residual

Fernando Diez (Summa 46)

El agujero de ozono, la lluvia ácida, el nivel de los océanos, el derritimiento del Polo Norte, el retroceso de las nieves eternas, todos procesos comprendidos en el llamado cambio climático, pero también la erosión de los suelos o la extinción de especies más allá de nuestra previsión, todo esto forma parte de un ambiente definitivamente modificado por el hombre hasta en sus más recónditos rincones. Sin embargo esto no quiere decir que tenemos el control de ese ambiente, que el estado actual de cosas es el resultado de nuestro deseo, de nuestro artificio. Todo lo contrario. Es nuestra falta de control, nuestras emanaciones no programadas lo que ha cambiado más radicalmente la condición del mundo, incluso más que nuestras construcciones cuidadosamente planeadas. Por lo que tampoco se trata de un mundo artificial, en tanto lo artificial es aquello controlado por la voluntad, determinado por el plan del hombre. La noción misma de artificial, es la de un poder sobre lo que se hace, de un control al que no escapa ningún ámbito del engendro creado ni de su funcionamiento. De manera que no se trata de un mundo artificial. Una nueva condición se hace necesaria para describir el mundo: la condición residual. El mundo natural-cultural ha cedido paso a un mundo cultural-residual. No podríamos hablar de una mundo artificial, pues no es como desearíamos que fuese, pero a la vez es evidente que su estado es el inevitable resultado de nuestra actividad. Su condición cultural obedece mayoritariamente a las transformaciones que el hombre realiza como parte de su voluntad y sus propósitos, mientras que su condición residual, a consecuencias que están fuera de nuestra voluntad y aún de nuestras previsiones. Al inevitable residuo que acompaña a todas nuestras acciones. La categoría de residuo adquiere así un sentido completamente nuevo, pues estabamos acostumbrados a percibir el residuo como unidades discretas de lo indeseable y lo no clasificado, como montones o bolsones discontinuos que podíamos esconder o confinar a puntos concentrados o, en el extremo opuesto, que podía disolverse en la inmensidad del mundo dispersándose y reintegrándose a lo natural. Pero lo que necesitamos aceptar ahora, es una nueva condición residual que no se asimila a una situación puntual, sino a una situación extendida y abarcante, esencialmente difusa, como una condición que embebe hasta el último rincón del mundo, convirtiéndose en la condición misma del mundo. Lo residual aparece, no ya como lo inútil, lo indeseable o el desperdicio, sino como toda alteración involuntaria. Empieza a percibirse no ya como un perjuicio a los intereses aparentes o inmediatos del hombre exclusivamente, sino relacionado a la estructura más compleja de la vida, del conjunto de las especies, a conceptos más abstractos como los de biodiversidad o sustentabilidad.

Si lo natural ya no puede ser entendido como un ámbito espacial y geográfico, puede en cambio ser entendido como un proceso. Como los procesos inexorables del equilibrio térmico y los procesos químicos que tienden a reequilibrar las partes según los principios generales que tan detalladamente fuimos capaces de describir en el campo de la física. Estos son lo procesos de compensación, que tienden a reducir las diferencias, más precisamente llamados entrópicos. Pero también están los procesos que aumentan la complejidad en vez de disminuirlas, que aumentan la diferenciación y especialización de las partes, entre ellos la vida misma, un proceso de continuo crecimiento y diferenciación.

Pareciera que la palabra natural solo tiene sentido hoy día como la descripción de estos últimos procesos. ¿Pero hasta cuando? ¿Hasta que la ingeniería genética, la biotecnología y la nanomáquinas (2) logren diluir definitivamente la frontera entre nuestra voluntad y la independencia de la vida que todavía podemos llamar "natural"? Ya antes podía cuestionarse si las cruzas y razas animales eran naturales, si las plantas domésticas radicalmente modificadas por una selección milenaria lo eran (3). ¿ Hoy debemos considerar naturales a las plantas manipuladas genéticamente o a los animales clonados? Estas son preguntas que deberemos saber responder en los próximos años, y para ello es necesario construir un nuevo arsenal conceptual.

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