ROBERTO MATTA: Viaje hacia la consciencia (5 de 5) - Carmen Hernández

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Hacia la creación del hombre cósmico
La necesidad de conocerse a sí mismo era la fase necesaria para establecer la relación con el mundo externo y asumir una nueva etapa: la representación del pensamiento colectivo –la psique como ente social–, por lo cual debe asumir un lenguaje plástico más figurativo, menos abstracto. Entre 1945 y 1947, época de crisis existencial del artista, Matta incorpora a la pintura las figuras humanas que ha desarrollado a través de sus dibujos. Aparecen los héroes: el vidreador, el peregrino de la duda, el electricista, el ciego, entre otros. El vidreador es el portador de diversos lentes transparentes que muestran la realidad, aunque de manera fragmentada. Es el mediador: el propio artista que ha asumido esa tarea luego de tomar consciencia –y posición– frente a la realidad para mostrar la verdadera visión del mundo a través de su propia autoconciencia, y los vidrios (sus herramientas) dejan ver lo que hay más allá. En general, los porcentajes fantásticos de estas pinturas se insertan en situaciones dramáticas, con sus rostros-máscaras que los hacen fluctuar entre totems y robots. No hay un tiempo definido ni particularidades porque se alude al hombre universal. Seres enredados entre numerosos filamentos –seres en situación y en posiciones desgarradoras, muchas veces aislados de los demás. Inspirándose en las formas de arte primitivo de América y Oceanía, Matta aplica aquí la noción de tótem para representar al individuo hierático, simbólicamente atado a sus propios esquemas. Se representa lo inamovible envuelto en líneas energéticas porque es el hombre encerrado en sus propias trampas, incapaz de relacionarse con el resto de la humanidad. Es el ser en acción y –contradictoriamente– estático, que habita un espacio estructuralmente convulsionado. El artista ha transgredido el orden establecido porque ha perdido la fe frente a la tecnología. La guerra representa el fracaso de la ciencia en cuanto se ha llegado a la utilización de la razón en contra del hombre mismo, y el costo humano no justifica esa irreflexión y optimismo desmesurado en los avances científicos. En su obra Étre avec, de 1945, por ejemplo, los seres torturados no pueden relacionarse entre ellos. Se expresa así la imposibilidad de compartir, de ser social, de sobrepasar el excesivo individualismo que caracteriza al hombre contemporáneo. Matta desarrolla una visión del espacio más compleja aún: numerosos ámbitos forman un gran laboratorio. Es la visión del maquinista del ser humano, el interior de una suerte de fábrica donde se desarrollan simultáneamente distintas situaciones. Los individuos, frente a sus tableros de control, realizan sus labores independientemente de los demás. Es una gran composición intrincada de trampas individuales que encierran al ser colectivo: el espacio celular de sus primeras pinturas ha sido reemplazado por el espacio molecular. Este proceso ha ido revelando la realidad desde lo simple hasta lo complejo, desde el conocimiento del individuo hasta el de la sociedad. Breton señala al respecto: “Para expresar el desgarramiento del mundo, él debe haber conocido todo el desgarramiento en los límites de sí mismo”. [10] Todo un proceso psicoanalítico propio para llegar a descubrir a la consciencia humana y sus posibilidades de elección. Para mostrar la totalidad de las situaciones a que está expuesto el individuo, en 1947 crea el concepto de cubo abierto y proyecta las dimensiones psicológicas simultáneas: lo superior, lo inferior, lo anterior, lo posterior y lo lateral de una situación. Las ataduras son sustituidas por las energías envolventes de sutiles atmósferas luminosas. El individuo debe conocer las posibilidades de existencia a las que está expuesto para poder elegir; por lo tanto, se sugieren los obstáculos que simbolizan las reglas establecidas culturalmente para despertar la consciencia, primero individual y luego colectiva. Entre 1950 y 1954, se inspira en una iconografía universal de torturas y sacrificios humanos para representar los conflictos sociales contemporáneos. Los personajes habitan un escenario teatral en actitudes rígidas, a modo de ejércitos autómatas, robotizados, que nos recuerdan las figuras de la ciencia ficción, como en la obra Les Roses sont belles, de 1951, que se refiere al juicio de los Rosenberg. Desde los años cincuenta, Matta desarrolla la misma temática con leves alteraciones estilísticas. Por ejemplo, el engrosamiento de la línea, el espacio menos profundo debido a las capas pictóricas más espesas y la mancha más evidente. Permanece la musicalidad atonal de los ritmos así como las fosforescencias de los centros de energía y la simultaneidad espacial, para expresar el comportamiento psíquico del individuo en su relación con el cosmos. Su constante preocupación estética consiste en la realización de una constelación de las situaciones simultáneas –que se intersectan por ejes y planos– para que se conjuguen los distintos estados del ser y se produzca una verdadera participación social, una vida plena. La participación del individuo debe asumir un ritmo constante de contracción-dilatación, a modo de las arterias del corazón, para que en un movimiento de introspección el hombre se conozca a sí mismo y en un segundo movimiento de extraversión, pueda conocer el mundo exterior. En la pintura, las fases de este ritmo se manifiestan en las formas aglutinadas que reúnen las situaciones y luego, la forma explosiva que expande. El movimiento que entra y sale; el paso entre el interior y el exterior: es el deseo, la energía vital, Eros; como diría Matta, las ganas. El espacio en pulsación obliga a que la vista recorra la superficie de la tela sin obtener un punto de apoyo para crear una especie de shock en el ojo del espectador. El espacio es el tema central de la obra de Matta. El espacio como forma y contenido. Es el espacio pictórico, el espacio físico y el espacio psicológico. Es el lugar donde ocurren los fenómenos: es el espacio insondable de la condición de ser humano. El artista intenta, entre lo ambiguo y lo absoluto, aprehender la esencia de la realidad para presentarla al espectador. Su indagación en las zonas del inconsciente revela que la verdad se encuentra en el interior de cada hombre. Es allí donde reside la energía vital: Dios. Para él: “Todo individuo es un nudo central de lo eterno...”. [11] Su realidad es de orden metafísico, sobrepasando lo fenomenológico y por eso la vida es esa energía que fluye a través de los seres humanos. En la pintura de Matta se exalta el dinamismo de la realidad contemporánea para crear un shock visual, es decir, el deseo de establecer un lapso para detenerse a ver, que se podría relacionar con el planteamiento de Gillo Dorfles respecto a la necesidad del hombre contemporáneo de recuperar la capacidad o consciencia diastemática. [12] El ver de Matta es una acción que sobrepasa lo fisiológico para convertirse en el deseo de recuperar el equilibrio vital de la mente para provocar el espacio de reflexión. A través de su pintura intenta develar la realidad –o surrealidad– que guía nuestros destinos. Revelar los males que sufre la sociedad actual, manifestados básicamente en el excesivo individualismo que fomenta la ambición de poder y que a su vez impide el verdadero desarrollo integral del hombre. Destaca la falta de humanidad, entendida como la relación original (inconsciente) con la naturaleza, que se ha perdido por la excesiva confianza en el conocimiento científico. Se ha creado una escisión en la armonía vital y ha desaparecido la fe en los ordenadores del cosmos. Psicológicamente, podría decirse que se ha perdido la relación con la energía primaria de los instintos, la energía psíquica como totalidad. A lo largo de la historia, el mito ha sustituido esa orfandad del hombre frente al mundo, pero en la actualidad existen nuevos mitos, que por su titanismo y desmesura (manifestados iconográficamente, por ejemplo, en Le Prophéteur, de 1954), ya no satisfacen las verdaderas necesidades espirituales del individuo. Carl Jung señaló “Nuestra vida actual está dominada por la diosa Razón, que es nuestra mayor y más trágica ilusión. Con ayuda de la razón, así nos lo creemos, hemos conquistado a la naturaleza”. [13] La razón como exceso, como el mito que impide ver las dimensiones espirituales que ha permanecido por siglos en nuestro inconsciente sin volver a formar parte de una totalidad. Se ha perdido la fe en lo sagrado, en el alma. Para curar este mal esencial se debe comenzar por la psique. “Como todo cambio tiene que comenzar en alguna parte, es el individuo aisladamente, el que lo experimentará y lo llevará a cabo”. [14] El hombre debe recuperar su relación con la naturaleza tomando consciencia de sí mismo a través del proceso de individuación, cuyo objetivo es “...la realización de una unicidad del hombre individual...”. [15] El sí mismo es ese centro –para los alquimistas es la piedra filosofal– que rige la psique y que guía a la consciencia en sus cambios y crecimientos, pero “...este aspecto creativamente activo del núcleo activo puede entrar en juego sólo cuando el ego se desentiende de toda finalidad intencionada y voluntaria y trata de alcanzar una forma de existencia más profunda y más básica”. [16] Estamos frente al vértigo de Matta, frente a la participación activa de las energías psíquicas. “Mientras más conciencia, más luz. Mientras más luz, más conciencia”. [17] Esta obra supera entonces lo puramente pictórico, ya que se despliega a través de la gráfica, de la poesía, de la caricatura, de lo murales y de una actitud ante la vida; es una obra completa, consecuente consigo misma y sólidamente sustentada sobre las bases del compromiso y del riesgo de ser verdaderamente humanista en el estricto sentido del término. Matta es un verdadero hijo de las vanguardias heroicas, optimistas en la participación activa y revolucionaria del arte frente a la sociedad. Valdría la pena que, en un futuro no muy lejano, se revise su actuación en el Surrealismo y se le otorgue el justo valor a su obra en el desarrollo del arte latinoamericano, y uno de los mayores del mundo. Ha sido un navegante de dos mares, un hombre de dos mundos, un receptor ávido de los beneficios de ese surrealismo europeo que entró a saco en el reino de la libertad (...) La revolución, la guerrilla interior y exterior, el Vietnam, este mundo progresivamente situado en la cresta de conflictos cruentos que de ninguna manera podemos marginar, llevaron a Matta a una nueva pintura que es su gran proeza, su ópera magna: un lenguaje poético surrealista basado en una concepción política profundamente humanística como para afirmar que el mal es un hombre que humilla a otro hombre (no importa en qué partido, ni facción, ni célula esté afiliado el mal)”. [18] Viaje desde el yo interior hacia el exterior, pasando por el autoconocimiento biológico, psicológico y fenomenológico para llegar a aprehender el mundo: su comportamiento y luego las relaciones sociales –para terminar adoptando una posición crítica, cuestionadora y moralizante de un yo enriquecido frente a una sociedad cada vez más deshumanizada y que fluctúa entre la irreflexión compulsiva y la autoconciencia. Matta evidencia en su obra la ansiedad cultural que aflige a nuestra sociedad contemporánea. Para Rafael López-Pedraza, “...la psique occidental siempre ha vivido en la ansiedad provocada por el conflicto constante entre las mitologías paganas –los numerosos dioses con sus imágenes diferenciadas– y el Dios único y carente de imagen del monoteísmo”. [19] Este pensamiento dual, asentado en las raíces de nuestra cultura, crea un conflicto esencial entre una manera única de ver la vida y una manera diversificada, que es el origen mismo de nuestra sociedad desde hace cientos de años. Es un conflicto que se origina en la psique misma, individual y luego colectiva. Y plantea: “El cambio desde el punto de vista del Yo hacia una consciencia que abarque tanto el monoteísmo como el politeísmo es, para mi, de importancia primordial. Y ese cambio de punto de vista sólo se alcanza mediante un caer en cuenta”. [20] Este caer en cuenta se parece al ver de Matta, a esa necesidad de romper con los esquemas establecidos culturalmente y reflexionar en nuestro pensamiento, no sólo psicológico sino también histórico. El proceso tiene señalado el camino: viajar hacia lo individual para volver hacia lo colectivo, de algún modo, tal como lo experimentó Matta de manera personal y a través del desarrollo evolutivo de su pintura. * Texto perteneciente al catálogo de la exposición Matta Universo 11 11 11, Museo de Bellas Artes, Caracas, marzo-mayo, 1992. [1] Roberto Matta: "La guerrilla interior", Congreso de Cultura, La Habana, 1968, citado en Matta/Homenaje a Jorge Zalamea, Museo de Bellas Artes, Caracas, septiembre de 1975, s.p. [2] Gordon Onslow Ford: "Notes sur Matta et la peinture (1937-1941) ", Matta, Centre Georges Pompidou-Musée National d'Art Moderne, Paris, 1985, p.29. [3] Roberto Matta, citado por Gordon Onslow Ford , op.cit, p. 30. [4] Matta se apoya en el concepto de passage de Marcel Duchamp que recoge G. Buffet en un artículo en 1936. [5] Roberto Matta, citado por Gordon Onslow Ford , op.cit, p. 30. [6] Rudolf Arheim: El pensamiento visual, Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona, 1986, p. 295. [7] Roberto Matta, citado por Gordon Onslow Ford , op.cit, p. 31. [8] Roberto Matta, citado por Eduardo Carrasco en: Matta-Conversaciones. Ediciones Chile y América, Santiago, 1987, p. 59. [9] Roberto Matta, citado por Jean-Phillippe Domecqu: "Ni peintre ni poète ni philosophe ni Matta" , Matta, Centre Georges Pompidou-Musée national d'art moderne, Paris, 1985, p. 77. [10] André Breton: "Il y a trois ans...", 9-10 juillet 1947, Extrait de Le Surréalisme et la Peinture en Matta-Catalogue raisonné de l'oeuvre gravé (1943-1974), Editions Sonet-Visat, París, 1975, p. 8. [11] Roberto Matta, citado por Jean-Phillipe Domecq, op. cit., p. 72. [12] Gillo Dorfles: El intervalo perdido, Editorial Lumen, Barcelona, 1984. [13] Carl G. Jung : "Acercamientos al inconsciente", El hombre y sus símbolos, Aguilar, Madrid, 2ª edición, 1974, p.101. [14] Ibíd. [15] M. L. von Franz: "El proceso de individuación", El hombre y sus símbolos, Aguilar, Madrid, 2ª edición, 1974, p.162. [16] Ibíd. [17] Roberto Matta, "La guerrilla interior", op.cit., s.p. [18] Marta Traba: "Matta-Marta Traba/ Cartas cruzadas", Homenaje a Jorge Zalamea, Museo de Bellas Artes, Caracas, septiembre de 1975, s.p. [19] Rafael López-Pedraza: Ansiedad cultural, Colección Psicología de los Arquetipos y Estudios Jungianos, Psicología Arquetipal S.R.L., Caracas, 1987, p. 39. [20] Ibíd., p. 40. Fuente: http://www.casa.cult.cu/matta/carmen.htm

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