ROBERTO MATTA: Viaje hacia la consciencia (1 de 5) - Carmen Hernández

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Explorar el universo pictórico de Roberto Matta es ingresar en la aventura del verbo ver y de la palabra verdad, que el artista descompone en ver y dar. Lo que el individuo percibe en la acción de ver es una verdad relativa y parcial, porque culturalmente ha aprendido a ver de manera selectiva. Frente a esto, Matta propone una manera distinta de ver, en cuyo acto –ver la verdad– vaya implícito el conocimiento consciente del fenómeno, dicho con sus propias palabras: saber cómo se da ese ver, qué ocurre en el proceso mismo. Para Matta, el arte es el medio que nos permite conocer mejor la realidad, pero no la realidad visual, aparente, sino también la realidad cultural manifestada en el ser psicológico social. Entre las muchas definiciones, encontramos que para él: “El arte es el deseo de lo que no existe, y a la vez la herramienta para realizar ese deseo”. [1] Aquello que no existe es un verdadero sentido de humanismo, concebido como el conocimiento integral del hombre, de la significación de la vida y su relación con el cosmos. Por eso, para Matta el acto de ver supera lo fisiológico para convertirse en un despertar de la conciencia, un ingresar en la psique individual y colectiva: es el viaje infinito hacia y desde el mundo interior y exterior. La verdad se encuentra en la zona desconocida del inconsciente, en lo más profundo de la mente humana. Por este motivo, el artista escudriña el caos dentro y fuera para que se pueda generar lo que él denominó, en 1968, la guerrilla interior, es decir, la necesaria e inminente revolución personal que, insertada en un plano mayor, provocará la revolución de la sociedad. Su planteamiento estético sobrepasa lo puramente plástico para concretarse en una preocupación de orden moral, que se va definiendo a partir de sus primeros dibujos experimentales. El joven arquitecto, inconsciente, comienza a dibujar como una necesidad de conocerse a sí mismo y conocer al mundo. La expresión lineal: gráfica, analítica y sintética, se pone a disposición de representar formas abstractas, sugerentes y orgánicas, que impresionan a André Breton, en 1937, al punto de definirlo como muy surrealista, determinando su ingreso como miembro activo de ese grupo artístico e intelectual. El dibujo resulta entonces el punto de enlace entre la arquitectura y la pintura. La transición es la síntesis de una idea, de una situación: es la herramienta para comenzar a indagar en la psique. La línea y el color de estos primeros dibujos serán los elementos principales para consolidar un lenguaje pictórico. A lo largo de su trayectoria, el dibujo será siempre la vía para experimentar, y constituirá la fuente nutriente de su obra pictórica. Desde sus comienzos se percibe una preocupación que se tornará en constante: la expresión del interior de la mente humana, pues el humanismo se genera primero en el individuo y luego en la sociedad.
Fuente: http://www.casa.cult.cu/matta/carmen.htm

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