Tenía la certeza de que el humo que corona la ciudad
No era más que el residuo de lo que muere uno por las noches.
El empecinado querer ver que reinaba en mi ser
Duele y estalla en los apenas perceptibles edificios.
También los callos, como cetros mudos, rigidizan las funciones y los dedos.
Camino a tientas. Ya que el llanto retrae el entrecejo
Esculpiendo surcos y oleajes.
Creí que veníamos al mundo con un destino real…
Hoy ya no impera la certeza
Me pongo de pie, súbitamente
Y camino envuelta en oropeles de realismo
Hace 14 horas
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