Florencia Castellano*

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Una posible lectura sobre el acontecimiento poético ¿Qué es lo que produce un texto poético?; ¿a qué se denomina “acontecimiento poético”? En primer lugar, una aclaración, esta posible lectura sobre el acontecimiento poético podría enmarcarse en diferentes momentos artísticos e históricos. Sin embargo, si la propuesta es abrir el diálogo e intercambiar ideas, lo más acertado será intentar responder esas inquietudes para el hoy, sin olvidar lo que antes pudo haber sucedido. Una de las vías clásicas para encarar un estudio sobre el lenguaje que conduzca a pensar en el lenguaje poético y luego, en el acontecimiento poético, se encuentra en la teoría de Roman Jakobson: “Las Funciones del Lenguaje”. Claramente, allí se diferencia la función del lenguaje natural y la del poético. Como si de alguna forma, el lenguaje poético estuviera en una esfera solitaria y por eso, necesitara de un acontecimiento que lo despabile, que lo ponga en funcionamiento; mientras que la lengua natural no necesitaría ese requisito. Siguiendo esa diferenciación y mucho antes que Jakobson, desde la antigüedad casi, el poeta era “el iluminado”, quien, entre otras cosas, era ciego y veía aquello que los demás no. Analizaba el vuelo de los pájaros y anunciaba. Tiempo después, era quien escribía cuando la musa, sujeto femenino inspirador y etéreo, lo visitaba y sino, vagaba por los cementerios buscándola entre lapidas grises. En ese cúmulo de siglos, que van desde el poeta como ciego profeta hasta el ambulante melancólico, se suceden a nivel literario y cultural gran cantidad de cambios. Sin embargo, se podría señalar que para el poeta- profeta, el acontecimiento no sería necesario, constituiría lo dado. Mientras, que para el poeta romántico, la musa representaría ese acontecimiento, quien activaría el discurso poético en la soledad de su torre de marfil. Entonces y como pequeña conclusión, se observa que en ambos casos, el discurso poético estaría separado del lenguaje natural, como se lee en la teoría de Jakobson. Es decir: el acontecimiento poético, más allá de sus expresiones, se vincularía con una experiencia diferenciadora. Más tarde todavía, el poeta pasó a ser un homofaber, un artesano de la palabra, quien inventó procedimientos de escritura, no fue subyugado por la musa sino que puso horas de trabajo a la escritura. Aquí, el acontecimiento, lo diferenciador, estaría asociado a la voluntad, al deseo de trabajar, de poner horas y palabras a un texto. ¿Y hoy? Todavía no se sabe; pero, se puede identificar al poeta como aquel que construye un sistema, un mundo otro que se relaciona con otros mundos pero que es un mundo propio. Hay un acercamiento entre la lengua natural y la poética. Hay una voluntad por parte de un sujeto de ser poeta. Y sin embargo, el lenguaje poético sigue necesitando de ese acontecimiento que lo dispare. Por otro lado, el acontecimiento poético estaría ligado al concepto de semiosis ilimitada, donde el poeta organiza un mundo de referencias hacia el orden de lo real. Vale decir que, la poesía funda otro mundo, donde el yo se desdobla en otros, de forma bastante premeditada. En este sentido, Daniel Link también habla de “semiosis ilimitada” para pensar el género policial, donde el detective lee al revés el escenario del crimen, recopila pistas obvias e irrisorias para armar “series de sentido”; así también, en forma semejante, lo hace el poeta contemporáneo. O al menos, algunos de ellos, ya que al escribir sobre procesos de escritura, como en muchos otros temas, no es posible generalizar. Más allá de las épocas, se podría afirmar que el lenguaje es una zona de intersección entre la fuerza poética y el mundo (no un mundo aparte). Así, la poesía amplía el horizonte del lenguaje y el pensamiento del hombre, a nivel general. ¿Qué es un acontecimiento poético? “Tu imaginación apuntará menos a los acontecimientos que a los sentimientos, queriendo siempre que éstos sean lo más documentales posible”, escribió Robert Bresson en Notas sobre el cinematógrafo (trad. Saúl Yurkievich). Seguramente la anterior es una de las muchas respuestas porque señala que la impronta de ese acontecimiento se caracterizará por una fuerza tal que el poeta exprese con la fidelidad de un documental, un tipo de verdad, aunque sea personal. Otra respuesta podría decir lo siguiente: el acontecimiento sería un estado de percepción no natural pero natural a la vez; esa luz entre la enunciación y el enunciado, una brecha que permite hacer diferentes lecturas, que a su vez, provoque distintos acontecimientos para poetas posibles. En tal sentido, el efecto propagador del acontecimiento poético colaboraría en la construcción de una referencialidad que no existe ya de manera concreta, sino que arma otro tipo de lectura, ¿otro tipo de realismo? El acontecimiento de hoy tal vez sea esto: un profundo deseo de escribir que, mayoritariamente, viene dado por una idea, por un tema (sea profundo, ingenuo, gracioso, bizarro, experimental, entre otros). ¿Quiénes podrían objetar que detrás de un poema hay una idea clara sobre un tema, una idea de mundo? Y por otro lado: ¿qué incidencia tendrá ese texto en el mundo?; ¿la tendrá? Todo libro de poemas (como todo libro en definitiva) incluye, además de la construcción de un lector, la construcción de un escritor. Ahora bien, si esa idea constituye “el” acontecimiento, puede anteceder o no al poema, o ser su centro, o su permanecer a lo largo del proceso de escritura o estar en la corrección o todo junto. Entonces, para escribir, para vivir el acontecimiento, se necesitaría algo que genere apasionamiento, como una obsesión, un loop, una letanía, que se transforme en un objeto de deseo con el cual se gasta tiempo, se trabaja, se defiende, se arma y desarma, se ecualizan voces, personajes y luego, se vive, se concreta. Quizás acá, aparezca un posible punto de encuentro, una unión entre el poeta-homo faber, que trabaja esa idea por horas y horas y el factor sorpresa que acompaña a la musa, esa aparición insospechada de una idea generadora de ese profundo deseo de escribir, investigar, leer en voz alta, en silencio, releer, abandonar, corregir, dar a leer, pulir ese tema y no otro. Un libro de poesía, no es sólo una compilación de poemas, se da antes de la escritura, cuando el acontecimiento aparece o es encontrado a propósito por el poeta. Hay quienes creen que el tema aparece solo y otros, que es buscado. Tal vez, por eso, hay poetas que escriben todo el tiempo y otros que escriben de vez en cuando, aunque en forma permanente “escriben” porque están permeables al acontecimiento poético. Juana Bignozzi, poeta argentina contemporánea, de importante trayectoria, dijo en un ensayo que fue subido a la web en 2005: “(…) el poeta tiene una mirada que no tiene el que no lo es. Creo que el poeta ve ciertas cosas, hace cruces que alguien que no es poeta no hace. Cómo a alguien se le ocurrió cruzar estas dos cosas ¿no? (…)” En sintonía con lo anterior, expresó, la poeta y ensayista, Denise Levertov, al ser entrevistada por por Sybil Estess (trad. Florencia Fragasso): “Escribir poesía de forma ‘orgánica' surge de prestar una atención fiel al objeto y que sin embargo es la presencia de lo ‘inesperado' o ‘la musa' lo que transforma esa atención en poesía”. En conclusión, experimentar el acontecimiento poético es algo personal o colectivo (ya que también están los poetas que escriben en forma conjunta) pero, como dice Bignozzi, podría ser vivido por todo aquel que quiera ser interpelado e interpelar. En todo caso, hay –nuevamente- una voluntad por parte del sujeto de ser poeta, de ser movido de su lugar por una fuerza actuante. Por una poesía que es registro de las diferentes experiencias de la condición humana y constituye por eso, una fuerza política que crea pensamiento en la sociedad. *Florencia Castellano nació en Buenos Aires en 1975. Es Licenciada y Profesora en Letras (UBA). Formó parte del grupo "Ediciones del Mendrugo" que produjo las revistas literarias "Quesquesé" (1998-2000) e "Ilusiones perdidas. Hace dos siglos"(2000). Publicó los siguientes libros: (fragmentos) "¿Cómo usar antiparras?(IRojo, 2003); "Propiedades Vigiladas" (IAP, 2005); "Un ruiseñor completamente blanco" (IAP, 2006). Florencia Castellano

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