¿De qué otra cosa podríamos hablar? Terera Margolles por Daniel Escamilla

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Daniel Escamilla vive en Metepec, Estado de México, México. Es estudiante de la Licenciatura en Artes Plásticas, en la Universidad de las Américas de Puebla. Daniel visitó Venecia y en el marco de la edición Nº 53 de la Bienal, escribió una reseña- en especial para Odisea - de la presentación de la obra de Teresa Margolles.

¿De qué otra cosa podríamos hablar?

Camino de San Marcos, durante la edición número 53 de la Bienal de Venecia, la mexicana Teresa Margolles, curada por Cuauhtémoc Medina, abre las puertas del Palazzo Rota Ivancich para plantear al mundo la pregunta ¿De qué otra cosa podríamos hablar?, tomando como base el panorama actual de México, inundado en sangre y llanto, como producto de la Guerra en contra del Narcotráfico por parte del Gobierno Federal. Tanto el abandono del edificio, como su ubicación, en los recovecos de Venecia, crean la atmósfera lóbrega que tanto ha caracterizado a la sinaloense a lo largo de su carrera, al descontextualizar elementos propios de la violencia que se vive a diario, para darles un discurso meramente artístico.

En esta ocasión, Teresa vuelve a sacar su arte del museo, permitiendo la interacción con la audiencia mediante acciones discretas, que envuelven quedamente la realidad mexicana. Para lograr a cabo lo anterior, fueron repartidas entre los asistentes a la inauguración de la Bienal, diez mil tarjetas de crédito para picar cocaína, cada una con su respectiva fotografía de una Persona asesinada por vínculos con el crimen organizado, teniendo como resultado reacciones que van desde la compasión hasta la repulsión, pasando por la miseria y el sinsabor que deja el homenaje a las muertes anónimas.

De la misma manera, algo tan banal y cotidiano en Venecia como un paseo en góndola, se ve manchado al encontrar la ensangrentada Bandera de México en dirección hacia los canales, expuesta desde el balcón del Palazzo Rota Ivancich. Es inevitable sentir pena al observar, envuelta en sangre, la Bandera Nacional; la misma bandera que saludamos cada inicio de semana durante la primaria y la secundaria, y aquella que presumimos en los mundiales de fútbol, como reflejo de nuestra situación narcopolítica.

¿De qué otra cosa podríamos hablar cuando la violencia interfiere con nuestra vida personal? Más de cinco mil personas fueron asesinas en México, durante el año (2008) que recibió más disparos en la Historia Moderna de la Nación, por aquella fuerza metapolítica que opera en Latinoamérica. Y cuando esto ocurre, los cárteles suelen advertir y condenar a sus víctimas con las conocidas narcomantas. Dichas narcomantas son tejidas con frases tales como “Ver, oír y callar”. La acción se llevará a cabo durante la Bienal, y las mantas son expuestas por Margolles una vez terminadas.

Y a propósito de acciones que se llevan a cabo durante toda la Bienal, los pisos del Palazzo Rota Ivancich son trapeados periódicamente con líquido extraído de telas impregnadas de sangre y lodo recabados en los lugares donde se han encontrado víctimas por las narcoejecuciones en México. De esta manera, Teresa hace honor a su siempre latente hala lúgubre que ha caracterizado sus obras desde principios de los años 90, invitando al interlocutor a encontrar el mensaje cifrado, pues uno no sabe qué esperar de la mexicana. Sin embargo, ella sí sabe que esperar. Y recibe las reacciones que tenía ya contempladas: incomodidad y tensión.

Y, justo antes de terminar el recorrido por el Palazzo, en la última sala hay colgadas del techo, mantas con lodo, mismas que fueron la coraza de cadáveres sin vida abandonados tras haber sido ejecutados. La humedad de dichas mantas es controlada, de manera que siempre permanezcan como en el momento en que envolvieron cuerpos inertes.

La cereza en el pastel: tomar un edificio Norteamericano a modo de protesta. Si bien Cuauhtémoc Medina argumenta que no existen tintes políticos en la obra de Teresa, parece ser que la mexicana denuncia la cobardía (por ponerle un nombre) del Gobierno Estadounidense, mismo que dice luchar codo a codo con sus colegas mexicanos, pero deseando febrilmente que la lucha no llegue a su País. Es cierto que apoya con dinero, capacitación y demás. Muy valioso. Pero, ¿y la sangre? Si Estados Unidos ha llegado al grado de apoyar la Guerra, es porque el problema ya les afecta. Y si les afecta, y si tienen esa buena voluntad Hollywoodense, ¿por qué no han metido las manos al fuego?, ¿sólo Medio Oriente es rentable? En fin. Muchas preguntas salen a flote tras mirar las mantas ensangrentadas que Margolles colgó en el edificio de la Unión Europea, a pesar de no tener como un fin un debate político sino social.

Finalmente, queda mucho de qué hablar tras la exposición ¿De qué otra cosa podríamos hablar? Bajo el eje central de la Bienal, Hacer mundos, Teresa Margolles se ha encargado de poner en alto el nombre de México. Pero lo ha puesto sin maquillaje, sin tabúes, sin contemplaciones. Lo ha puesto manchado y ensangrentado, denunciando una Guerra que afecta en mayor o menor medida a todo un continente. Ha denunciando el Mundo que enfrentamos los mexicanos, pues el campo de batalla tricolor cada vez se tiñe más de rojo. Y en dicha Guerra entre Gobierno Federal y Narco, el blanco siempre es el Pueblo. Y Teresa no se lo calla.

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