Ángel Faretta - Espíritu de Simetría

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Ángel Faretta - Espíritu de Simetría
Ernesto Palacio decía, a propósito de la reedición de “Catilina” en 1945, cuya primera edición se había agotado hacía ya varios años y sus ejemplares resultaban inencontrables, lo siguiente: “Se da el caso de que la mayor parte de las personas que recuerdan hoy su existencia, lo conocen -y hasta lo elogian- por simple tradición oral y sin haberlo leído. Es la situación más envidiable para un autor, pues lo asimila a los clásicos...” Algo semejante ocurría -hasta su reciente aparición, reunidos en forma de libro, bajo el título de “Espíritu de simetría”- con aquellos escritos que firmara Ángel Faretta en la revista “Fierro” entre los años 1984 y 1991. La tradición oral los había conservado -y en algunos casos deformado a gusto del expositor de turno- en el imaginario colectivo. Estamos ante la oportunidad, entonces, merced a la iniciativa de Editorial Djaen, de acceder a un material revelador, imprescindible para todo aquel que aspire a “entender” el cine, lejos de la superficialidad de los periódicos y del estereotipo banal de las revistas especializadas. Un material, podríamos agregar, que ha superado largamente -al decir de Borges- la prueba del tiempo. Al momento de abordar la lectura de esta obra con destino de clásico, conviene recordar la posición casi unánime adoptada por la crítica especializada en la argentina antes, durante y -en algunos casos de necedad extrema- aún después de la aparición de estos escritos. Dicha crítica dividía las aguas entre lo que denominaba “cine arte” y lo que consideraba mero “entretenimiento” o “cine comercial”. En la primer vertiente, a grandes rasgos, ubicaba a la mayoría del cine europeo y en la otra a la casi totalidad del cine americano (con excepción de aquellos autores reivindicados por los franceses y que, muy a su pesar, no les quedaba más remedio que considerar) Ángel Faretta vino -con aquellos escritos- a poner las cosas en su lugar. En otras palabras, a revolucionar aquellos valores establecidos -a fuerza de repeticiones y afirmaciones infundadas- por un grupo de críticos desorientados que veían al cine como una extensión de la literatura o el teatro y acudían presurosos a aplaudir los desvaríos de cuanta moda experimental pasara por allí. Ángel Faretta vino, decíamos, a elevarlo, como debe ser, a la categoría de arte autónomo, a mostrarlo como el gran suceso artístico ocurrido durante la era moderna que, con la capacidad de autoconciencia de sus máximos creadores, hacía morder el polvo a la mismísima “modernidad”. ¿Carpenter? ¿De Palma? ¿Friedkin? ¿Cameron? ¿Weir en América? ¿era posible, por aquellos dias, tomar en serio a estos cineastas y elevarlos a la categoría de “autores”?. Faretta -el teórico atrevido, el riguroso erudito, el revolucionario, el exégeta contumaz- se tomó el trabajo de hacerlo. y lo hizo. De toda la literatura universal -decía Emerson prologando “El Banquete”- sólo a Platón puede aplicarse con justicia la fanática sentencia de Omar sobre el Corán: “Quemad las bibliotecas, porque en este libro está cuanto hay en ellas” Dando por cierta la premisa de Emerson y lejos del fanatismo de Omar, nos atrevemos a sugerir que, al menos, se coloque en un lugar de privilegio y de fácil acceso, en todas las bibliotecas, el “espíritu de simetría” de Ángel Faretta.
Fabián Slongo

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