Hablan demás los que nunca tuvieron Madre tan blanca, y nunca la verde Gea fue así de angélica y blanca ni así de sustentadora y misteriosa y callada. ¡Qué Madre dulce te dieron, Patagonia, la lejana! Sólo sabida del Padre Polo Sur, que te declara, que te hizo, y que te mira de eterna y mansa mirada.
Oye mentir a los tontos y suelta tu carcajada. Yo me la viví y la llevo en potencias y en mirada.
-Cuenta, cuenta, mama mía ¿es que era cosa tan rara? Cuéntala aunque sea yerta y del viento castigada.
Te voy a contar su hierba que no se cansa ni acaba, tendida como una madre de cabellera soltada y ondulando silenciosa, aunque llena de palabras. La brisa la regodea y el loco viento la alza. No hay niña como la hierba en abajar bulto y hablas cuando va llegando el puelche como gente amotinada, y silba y grita y aúlla, vuelto solamente su alma.
1 comentario:
La calle donde vivía tenía ese nombre: Gabriela Mistral.
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