Era Febrero - Juan Bustinza

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Era Febrero...

Era febrero en el norte salteño, dominio aymará...; en el viejo camino incaico que lleva al borde de la yunga, en busca de sus frutos.

El paraje hoy se llama San Andrés, y está dentro de un valle enclavado en la montaña, al borde del bravo río que repite aquel nombre; ¿cuál habrá sido el nombre quechua que el tiempo borró?

Por esas sendas se andaba a lomo de mula o caballo, o a pie como el colla que cargaba sus llamas para llevar los frutos de la generosa Pachamama. Así andaba el colla hasta hace pocos años cuando el fragor de las máquinas le abrió paso el gasoducto, rompiendo el ancestral silencio, cortando la yunga, cruzando ríos y quebradas, dejando en su traza la huella que hoy acerca a las gentes de uno y otro paraje, y que nos llevó hasta allí para estudiar la queja de la montaña,... y procurar entenderla.

Era febrero en el norte salteño, dominio aymará...; donde ahora nos esperaba el silencio recuperado; un silencio que abarca la mágica melodía del viento y el apagado rugir del río cuando en verano baja embravecido. El mismo silencio que cobijó durante generaciones al pueblo colla, ahora yo también disfrutaba y respetaba honrando a “Achachila”, aquella divinidad enmarcada en las montañas.

En un descanso de mi solitaria trepada al gran cerro lo vi. El río saltaba entre las piedras allá abajo, bien abajo, por momentos arropado por blandas nubes con las que viento jugaba dentro del valle, moldeando figuras como un alfarero de blancos y grises. Fue el tenue silbo del aire entre su plumaje lo que escuché antes de descubrir su majestuoso planeo, un poco más debajo de mi y tan cerca como si me invitara a volar con él…, como si supiese que mi alma también sabe de vuelos.

Y gocé con ese asombro que no deja respirar, el que pone lágrimas en los ojos, ese que paraliza, el que nos baña de humildad.

Regresó una y otra vez prolongando mi emoción; curioso me estudiaba y al mismo tiempo mostraba con orgullo su gran silueta desde todos los costados, su dorso y su pecho también; sus amplias alas no se movían..., sólo planeaba en las corrientes de aire.

Luego se fue río arriba y en un recodo del valle lo perdí; desapareció de mi vista quedándose para siempre en mí.

Cóndor...; el quechua te llamó kunduri y que por tu independencia entendió que eras el mensajero de los dioses, de los espíritus; que junto al puma y la serpiente formas la trilogía inca:

…la representación de tres mundos: cielo, tierra y bajo tierra;

…la representación de tres mundos: la libertad y señorío del alma, la fuerza y agilidad del cuerpo, la inteligencia y astucia de la mente.

Era febrero en el norte salteño, dominio aymará, cuando aquel cóndor invitó a mi alma a volar en libertad; la que desde entonces vuela con él.

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