"Para qué sirven las artes de John Carey" Por Mariano García

|

Con un estilo polémico, no carente de sentido del humor, el autor discute con las principales corrientes de la estética moderna (desde Kant hasta Benjamin, por nombrar solo a algunos) en temas fundamentales como la ontología del arte, las divisiones entre artes “mayores” y “menores”, y los usos y utilidades que se le han atribuido a la actividad artística, desde la antigua Grecia hasta la posmodernidad.

Desde una postura relativista, afirma la inexistencia de valores absolutos en las artes. Carey descarta las definiciones escencialistas acerca de qué es arte o no, que es bello o feo, alto o bajo. Revisa afirmaciones que históricamente se han hecho sobre estas cuestiones fundamentales, y propone respuestas que a veces responden a construcciones de sentido individual (“una obra de arte es cualquier cosa que alguien haya considerado alguna vez una obra de arte, aunque sea una obra de arte solo para ese alguien”) y otras veces social, de acuerdo a las distintas épocas y contextos geográficos.

Su definición de arte está muy emparentada a la semiótica de Peirce, ya que para Carey definir qué es una obra de arte es casi idéntico que lo que Peirce piensa como signo: algo para alguien.

La dimensión social surge con más claridad al refutar la existencia de un arte “alto”, superior al arte popular o “bajo”. Aquí, los postulados relativistas del autor lo llevan por el camino correcto, al afirmar que lo que históricamente se consideró arte “superior” o “inferior” no responde a valores intrínsecos de las obras, sino a construcciones culturales. Su feroz crítica a las élites estéticas, así como a la pretendida superioridad de sus gustos (por ejemplo, el arte conceptual y las instalaciones), es claramente uno de los puntos más destacables del libro.

Carey pone en juego los valores estéticos con los éticos al preguntarse si el arte nos puede hacer mejores personas, reflexiona acerca del arte como una nueva religión en el mundo secular, y afirma además que las ciencias biológicas y neuropsiquiátricas poco nos ayudan para comprender los problemas que plantea el libro.

El estilo del libro está más cercano al ensayo crítico, que a una investigación académica. En la segunda parte, Carey entra en una aparente contradicción con sus primeros postulados, al argumentar a favor de la literatura como un arte superior al resto (plástica, música, etc.); pero en seguida aclara que no se trata de una valoración objetiva, sino de juicios personales basados en su propia experiencia.

Por eso mismo, es que los últimos dos capítulos pierden un poco de peso frente al trabajo realizado al principio del libro. Al comparar la literatura con la música o la pintura, Carey no dice nada que la lingüística no haya dicho hace casi un siglo acerca de la lengua como sistema de signos más importante que los sistemas visuales o sonoros; único por su capacidad para nombrarse a sí misma y al mundo.

En cambio, sus reflexiones acerca del arte como medio para afianzar la autoestima y ayudar en la recuperación de quienes son (o se sienten) excluidos de la sociedad, son mucho más interesantes y merecen ser tenidas en cuenta a la hora de pensar en un arte que pueda ser patrimonio de toda una sociedad, y no sólo un privilegio de grupos elitistas.

Por Mariano García mariano@octubre.org.ar

Publicado en el sitio web;

www.solesdigital.com.ar

No hay comentarios: